SOBRE
N11
ESTUDIO
El alimento como rotura
2025
EL ALIMENTO COMO ROTURA
Dispositivos artísticos para la reparación
del vínculo con lo no humano
Marta Fernández Calvo
SECCIÓN ESTUDIO
SOBRE N11 01/2025
1. Introducción
Los alimentos viajan, cuentan historias. Y a veces, si se les pregunta, hablan.
Hay semillas, como el arroz, que han realizado travesías desde África hasta América ocultas en el pelo trenzado de las mujeres africanas; semillas que, adheridas a la lana de las ovejas cruzan la Península Ibérica de norte a sur, y semillas que sobreviven al proceso digestivo y viajan en nuestro intestino, en el de los pájaros y en el de otros animales. Estos desplazamientos, propios de la migración, la trashumancia, o la digestión, generan procesos de desaparición o alteración del territorio conocido, y dan lugar a nuevas relaciones entre especies, cuya supervivencia en un nuevo entorno nos devuelve a formas de conocimiento ancestrales basadas en la convivencia y la ayuda mutua. En tiempos de crisis climática, se presenta fundamental la recuperación y puesta en valor, desde la investigación y la práctica artística, de estas narrativas no dominantes que han sido custodiadas por generaciones de familias dedicadas al cuidado de la tierra y de la vida. Narrativas corales; un rizoma de cuidados en el que nos insertamos para sostener la vida en unas dimensiones que transcienden la duración de la propia existencia.
En este estudio, el alimento se presenta como un dispositivo que puede representar estados de alteración o rotura, al mismo tiempo que facilita la creación de narrativas y procesos de reparación colectiva. Se subraya la relevancia de llevar a cabo proyectos artísticos que estén enmarcados en una práctica colectiva y situada, cuyos esfuerzos se centran en la reparación, el cuidado y la reciprocidad entre territorios y entre entidades humanas y no humanas.
Se establece, así, la hipótesis de este estudio que plantea cómo, a través del análisis de las obras Food Chorus (2019) y Yo echo para atrás las cosas malas (2021), de la artista visual e investigadora Marta Fernández Calvo (Logroño, 1978), se aportan nuevos conocimientos sobre la reparación del vínculo con el territorio y sus comunidades mediante la activación de procesos de memoria individual y colectiva a través del alimento. Ambas obras aparecen vinculadas a una selección de prácticas y obras aliadas, principalmente desarrolladas por mujeres, de forma individual y colectiva. Todas ellas son ejemplos de una constelación que acompaña y amplifica el espectro de lo desarrollado en ambos proyectos, y sitúa las aperturas y futuros avances de esta investigación.
Figura 1: Floating Gardens, Németh (2011). https://www.ilonanemeth.sk/floating-gardens-kassel-2011-2022/
La instalación Floating Gardens [Jardines flotantes] (2011), creada por Ilona Németh (Dunajska Streda, 1963) para Documenta 15 de Kassel (2011-2022), presenta dos jardines flotantes sobre el río, emplazados en estructuras que funcionan como islas. Estos jardines sirven como una reflexión sobre la crisis ecológica y económica contemporánea. Uno de los jardines, denominado jardín curativo, está formado por una serie de hierbas y verduras autóctonas ecológicas que no solo benefician a los seres humanos, sino que también fomentan relaciones simbióticas entre las plantas y los microorganismos del suelo. El otro jardín –el jardín del futuro–, incluye plantas seleccionadas por su capacidad, para adaptarse a climas futuros y por su habilidad para depurar el suelo de sustancias tóxicas. La atención requerida para mantener el equilibrio de estos ecosistemas destaca la importancia de la cooperación y la escucha activa en los procesos de cuidado, un concepto enfatizado por la artista que ofrece el uso gratuito de ambos jardines a cambio de un compromiso de cuidado continuo.
Levande Arkivet (2011) es un proyecto de la artista Josefin Vargö (Estocolmo, 1983), que consiste en una colección de iniciadores de masa madre, los cuales ha reunido y secado a lo largo de los años. Cada iniciador viene acompañado de una historia y una receta, junto con una nota de la persona que dona este iniciador en la que describe su valor emocional o económico. El proyecto se activa en el marco de actividades públicas o exposiciones, donde los visitantes pueden solicitar un iniciador del archivo y utilizarlo para crear su propia masa madre y hacer pan. Además, cualquier persona que desee formar parte del archivo puede enviar su propio iniciador a la artista, contribuyendo así a la construcción de nuevos lazos para el intercambio de conocimientos y emociones.
Figura 2: Ecología de un abrazo, Perales (2018). https://veronicaperales.eu/abrazo/
Verónica Perales (Madrid, 1974) es una artista hipermedia y una representante del arte ecofeminista en España. En su proyecto Ecología de un abrazo (2018), la artista plantea la organización de la vida en el perímetro de un árbol y, rememorando el espíritu ecofeminista de las mujeres Chipko1, muestra el valor del tejido de redes de cooperación y la gran capacidad de impacto de pequeños gestos o acciones cuando son abordadas de forma colectiva. A partir de la capacidad de abrazo, que se calcula extendiendo los brazos y midiendo la distancia que existe entre los dedos corazones, cada participante determina, en una serie de circunferencias, las cosas importantes de su vida. A continuación, se elabora un diagrama o dibujo colectivo en el que, el abrazo como herramienta y la cooperación como fuerza, tienen como objetivo «expandir nuestra capacidad de análisis y actuar frente a la situación de crisis medioambiental y civilizatoria» (Perales, 2018).
Figura 3: El eco de un antiguo conocimiento, Calel (2021). https://uvuvuv.com/es/artist/edgar-calel/
La portada de ese primer número de Composición arquitectónica era, precisamente, el interior de una nave del Mercado de Abastos de Santiago de Compostela y la contraportada un fragmento del alzado posterior, en el que se aprecia la pequeña torre central y las escaleras que Vaquero colgó sobre el murallón de Virxe da Cerca (figura 10). Además del artículo firmado por Palacios, y cuyo único texto era la carta citada, en un ejercicio de sobriedad expresiva y gran potencia narrativa, se publicaba también un artículo de Enrique Muga titulado El interés de una obra de los años 40. Este artículo, que pasó bastante desapercibido, posee también algunas reflexiones de interés.
El artista guatemalteco Edgar Calel (San Juan Comalapa, 1987), en su instalación Ru k’ ox k’ob’el jun ojer etemab’el (El eco de un antiguo conocimiento) (2021), presentada en la feria de arte Frieze London (2021), plantea formas de relación con el mundo procedentes de la etnia maya kaqchikel, a la que el propio artista pertenece. La obra consiste en una ofrenda de frutas y vegetales sobre piedras que ponen en discusión cuestiones como la propiedad y la devolución al territorio, formuladas desde la cosmología maya. El interés que Tate Fund manifestó por la pieza dio inicio a una serie de conversaciones, mantenidas con el artista y con su galería Proyectos Ultravioleta, tras las cuales se llegó al acuerdo de que la institución sería custodio la de obra y del ritual maya necesario para instalarla durante un periodo de trece años. A cambio, se realizaría el pago de la pieza y una donación a una causa kaqchiquel, elegida por el artista. Tate informó que al término de este pacto, valoraría la renovación de la custodia de la pieza, su traspaso a otra institución, o incluso la posibilidad de devolver los elementos de la obra a la tierra, como parte del proceso ritual maya. La revisión de conceptos heredados de las prácticas relacionales, como la participación, han derivado en una serie de prácticas regenerativas que, en su mayoría, se plantean desde formatos colectivos que exigen plantear conceptos como la devolución a las comunidades y los territorios en los que tienen lugar.
La relación con la tierra como metodología de creación artística es lo que estructura la obra que desarrolla el colectivo amasijo (Ciudad de México, 2016); un colectivo formado por mujeres de diferentes profesiones y lugares de México constituido con la intención de cuidar, conservar, celebrar y reflexionar activamente sobre el origen y la diversidad de los alimentos. En este contexto, los procesos cotidianos de cultivo y cocina constituyen un mecanismo para transmitir y desjerarquizar conocimientos, y vincular las memorias colectivas. Su proyecto en curso La milpa, la escuela (2024) coordinado junto a Calpulli Tecalco (México, 2007) consiste en un programa educativo dedicado a potenciar la creatividad de las personas participantes mediante una escucha colectiva de la capacidad creativa de la tierra.
2. Food Chorus. El alimento como dispositivo de reparación transnacional
Food Chorus es un proyecto de creación artística que investiga las transformaciones que experimentan algunas recetas ante el cambio de contexto derivado de un proceso de emigración. Se trata de recetas que señalan lugares, situaciones y momentos –vitales o históricos– de intercambio y diálogo, y que son capaces de trascender los espacios de origen y destino, mediante la creación de un contexto sucesivo.
Food Chorus surge como resultado de una invitación a intervenir uno de los espacios del Museo Nacional de Arte y Diseño Victoria and Albert con una performance que formó parte de la programación del evento Friday Late, celebrado el 28 de junio de 2019. El evento estaba vinculado a la exposición Food Bigger than the Plate (La comida es más grande que el plato) (2019), la primera gran exposición en torno al alimento realizada en el Reino Unido, comisariada por Catherine Flood y May Rosenthal. La muestra pudo visitarse en el museo entre mayo y octubre de ese mismo año.
Figura 4: Food Chorus, Marta Fernández Calvo.
El trabajo de campo de la pieza fue realizado en el marco de los talleres de cocina para madres e hijas que se celebran cada sábado en el Baytree Centre; una organización benéfica educativa para mujeres y niñas situada en el distrito de Brixton (en el sur de Londres), caracterizado por una población multiétnica de origen principalmente africano y caribeño. En este centro se ofrece apoyo –mediante la impartición de clases de inglés, actividades y talleres– para favorecer la integración de mujeres migrantes o refugiadas que acaban de llegar al país. Los talleres de cocina son habitualmente impartidos por Maribel, una profesora jubilada nacida en Santander, que reside en Londres desde mediados de los años noventa. La propuesta para estos talleres consistió en la intervención de una serie de sesiones en la que se invitó a las participantes a que enseñaran a cocinar recetas tradicionales de sus países de origen. Platillos que se cocinan en sus familias y que contienen uno o más ingredientes difíciles o imposibles de encontrar en Londres. Con esta propuesta, además de generar una situación de intercambio horizontal en la que todas las asistentes aprenden y enseñan al grupo, se ponen en valor las diferentes experiencias de migración y se honran los alimentos vinculados a estas por su capacidad de convertirnos en expertas del relato de nuestras propias vidas.
Durante cinco sábados, las participantes enseñaron al grupo a cocinar y compartieron el relato de su viaje y de los cambios que habían experimentado sus recetas en sus diferentes emigraciones. Por ejemplo, Ana, que cocinó causa limeña, relató que cuando emigró de Lima a Bilbao, intentó plantar el ají –ingrediente característico de este plato– pero crecía muy pequeño y no llegaba a madurar. En Londres era posible encontrarlo, aunque con mucha dificultad. El día que impartió su sesión en el taller, no lo consiguió y decidió sustituirlo por una salsa que se podía encontrar en el supermercado y que le daba el color amarillo característico de la variedad de ají que se usa en esta receta. Pero el picor no era el mismo. Hace veinticinco años, cuando llegó a Londres desde Santander, Maribel no encontraba azafrán y usaba cúrcuma en sus paellas. Con la cúrcuma se perdía el sabor del azafrán, pero se conseguía un color parecido.
A partir de los cambios y las ausencias detectados en cada receta, se elaboró un archivo de ingredientes que fueron trabajados con tres instructoras de voz. El objetivo de esta colaboración fue la traducción y activación sonora de cada ingrediente a través del diseño de una serie de ejercicios vocales que permitieran que las personas asistentes, con la ayuda de los instructores de voz, pudieran explorar la reverberación del sonido de estos ingredientes en el propio cuerpo. El espacio asignado a la pieza fue The Globe (2015), una instalación permanente del colectivo Los Carpinteros (La Habana, 1992). Food Chorus fue activada en su interior, donde las tres instructoras trabajaron simultáneamente, cada una con un grupo de personas, generando una pieza sonora coral participativa en la que los ingredientes, alojados y reverberando en diferentes partes del cuerpo de la audiencia, continuaron su viaje trascendiendo los límites del espacio y del momento expositivo.
En octubre de 2020, por invitación del Centro Cultural de España en México, tuvo lugar una segunda instancia de investigación del proyecto en la Ciudad de México, cuyos resultados fueron presentados en el marco de la programación del ciclo Octubre gastronómico. Comisariada por Eva Bañuelos, esta iniciativa se propone visibilizar los vínculos entre creación contemporánea y comida. En esta ocasión la investigación se desarrolló en forma de conversación y entrevista con una serie de cocineros y cocineras, cuyas recetas habían viajado a la capital del país desde diferentes regiones o desde otros países. Algunos de los ingredientes resultantes de esta investigación fueron: la lima agria que el cocinero del restaurante Coox Hanal (Vamos a comer) consigue traer desde Mérida para hacer la sopa de lima, una receta tradicional de la gastronomía yucateca. Uno de los hallazgos de la investigación fue que el semaak o sumac, una especia característica de la cocina libanesa, turca y persa se sustituye en México por la flor de Jamaica que le da el color rojo tan característico de esta especia. El semaak es, también, uno de los ingredientes del zaatar; una mezcla de flor de Jamaica, ajonjolí y garbanzo molidos. Mayerli, propietaria del restaurante colombiano Tintico, compartió que la cebolla cambray, un ingrediente típico de la cocina colombiana, en México se sustituye por la cebolla larga. El oreganón, una hierba cuyo uso en la cocina se remonta a la comunidad africana, es fundamental en el sofrito colombiano y llega a la Ciudad de México desde Veracruz. Mayerli la cultiva en un tiesto en el patio de su restaurante. El cocinero Eduardo Nakatani relató que el chamoy, una salsa típica mexicana, es una adaptación del umeboshi japonés, tradicionalmente hecho con una variedad de ciruela japonesa encurtida con un fuerte sabor ácido y salado. En la versión mexicana la ciruela se sustituye por albaricoque seco al que se le añade chile, hibisco, tamarindo y azúcar. Cuando el abuelo de Eduardo emigró a México desde la isla de Kobe, preparaba una mezcla de agua, piloncillo, sal, chile guajillo y colorante de color caramelo para sustituir a la salsa de soja.
Aplicando la misma metodología desarrollada en Londres, se trabajó con tres cantantes de la Ciudad de México. En esta ocasión la pieza se activó en las escaleras que rodean y se abren al patio central del Centro Cultural de España. En cada piso, se construyó una instalación con los alimentos de la investigación, de modo que las personas participantes tenían la oportunidad de tocar, oler o probar los ingredientes antes de trabajarlos con la voz.
Food Chorus fue activada como celebración del proyecto Yo echo para atrás las cosas malas el 1 de mayo de 2021 en la Ciudad de México. El evento comenzó en el Mercado de Artesanías de la Ciudadela y continuó en las escaleras del espacio expositivo del Proyecto Público Prim donde se realizaron dos pases con una duración total de tres horas.
3. Yo echo para atrás las cosas malas. El alimento como dispositivo de reparación interespecie.
Yo echo para atrás las cosas malas es un proyecto de investigación aplicada, que fue desarrollado en México entre febrero y mayo de 2021. El proyecto surge a partir de una invitación de Andrea de la Torre (Guadalajara, 1989) y Sofía Casarín (Ciudad de México, 1988), fundadoras de la asociación sin ánimo de lucro Ruta del Castor, a realizar un proyecto de investigación y creación artística en colaboración con diferentes territorios del Estado de México y sus comunidades. El proyecto se realizó en el marco de una residencia de investigación en SOMA y Proyecto Público Prim, ambas en la Ciudad de México.
Figura 7: Yo echo para atrás las cosas malas, Marta Fernández Calvo
El proyecto parte de la exploración del alimento como amuleto, tomando como eje la capacidad de algunos ingredientes o recetas para cuidar de personas y comunidades. La investigación se desarrolló mediante una serie de talleres y encuentros con comunidades de mujeres religiosas del convento Casa Cuna la Paz, situado en el barrio de La Condesa, con mujeres de comunidades rurales en Santa Ana Zegache (Oaxaca) y con la comunidad de Casa Kamami (Guadalajara), que acoge a menores víctimas de abuso y maltrato. En estos encuentros las personas participantes fueron invitadas a compartir las historias de protección de los alimentos que las protegen o que las han cuidado en algún momento de sus vidas. Con el objetivo de generar una devolución a la comunidad participante, las conversaciones fueron intervenidas por Ruta del Castor con técnicas procedentes de las prácticas narrativas2. En el caso de estos encuentros, una persona anotaba en un cuaderno los fragmentos de la conversación con los que ‘resonaba’ para componer una editorialización o relato colectivo de protección que, a modo de devolución y ofrenda a la comunidad participante, se leía al final del encuentro. Además, el relato de cada ingrediente era intervenido con la siguiente pregunta: Y si tu ingrediente pudiera hablar, ¿qué te diría?. Mediante esta fórmula, se restituía el diálogo con las entidades no humanas y se situaban en el centro de la construcción de una red de protección y cuidado mutuo.
A partir del material generado en esta fase de la investigación, se establecieron diferentes colaboraciones con artesanos y artesanas de Oaxaca, Jalisco y Ciudad de México que trabajaron en la materialización de un ingrediente. Además de la información sobre cada comunidad, se facilitaron las editorializaciones de cada ingrediente. El resultado fue una colección de esculturas o amuletos en las que el relato de cada participante convive con la experiencia personal e interpretación de cada artesano. Estas piezas confluyeron en una instalación en la que, a modo de altar, las piezas aparecían acompañadas por sus relatos recogidos en una serie de piezas sonoras. La pieza formó parte de la exposición con el mismo nombre que tuvo lugar en el espacio expositivo del Proyecto Público Prim. De forma paralela, se realizó una pieza de arte público en la que las voces de los ingredientes se manifestaron en una serie de mupis digitales publicitarios, ubicados en la línea 7 del metrobús de Ciudad de México en el marco de Zona MACO patio.
Figura 8: Yo echo para atrás las cosas malas, Marta Fernández Calvo
4. Hacia una idea de sostenibilidad
Entre agosto y octubre de 2021 se realizó una residencia de investigación artística en Felipa Manuela (Madrid). Este período de investigación se dedicó a revisitar los procesos y resultados de Food Chorus y Yo echo para atrás las cosas malas con el fin de responder a dos objetivos principales: la responsabilidad que demanda la producción del material generado –de naturaleza esencialmente emocional y afectiva–, y la sostenibilidad de la propia práctica artística, entendida desde el ejercicio de reparación y cuidado hacia los territorios y las comunidades, performado desde el propio cuerpo.
Para responder a ambos desafíos la residencia se dedicó al proyecto Diario de voz (2021), que se desarrolló mediante encuentros semanales mantenidos de forma remota entre Madrid y Ciudad de México con Marisa Naina (cantante e instructora de voz de Food Chorus). Durante dos meses me dediqué a incorporar todos los ingredientes de la investigación en mi propio cuerpo. Esto se llevó a cabo mediante una serie de rutinas y ejercicios diseñados por Marisa con los que exploramos los diferentes ingredientes que fueron activados en la pieza: canela, lima, tiritas de nopal, maíz, chile, frijol, mango, mandarina, guaje y pata de pollo. Durante esta investigación, se exploraron las nociones de archivo y altar como contextos y formatos desde los que honrar y cuidar de un relato múltiple, capaz de atravesar cuerpos, territorios y generaciones de mujeres. En esta ocasión, la investigación se materializó en una serie de dibujos somáticos en los que la experiencia de los alimentos era atravesada por el movimiento y la respiración del propio cuerpo. Estos dibujos formaron parte de la publicación Sombras ocultas en el tiempo, publicado por Archive Books.
Figuras 11, 12, 13 y 14: Diario de voz, Marta Fernández Calvo
5. Conclusiones
Las conclusiones derivadas de esta investigación ofrecen diversas perspectivas para verificar las prácticas artísticas contemporáneas, evaluando su pertinencia y aplicabilidad en el contexto académico de las Bellas Artes. Se ha podido observar que, a través del alimento, es posible identificar experiencias de ruptura asociadas a la pérdida o desaparición de territorios, así como a la desconexión del vínculo con la tierra y sus entidades no humanas. Con este fin, se proponen una serie de procesos y dispositivos artísticos que facilitan la restauración de la relación verbal y corporal con el alimento y, por ende, con el territorio y sus comunidades.
Ejemplos de ello son las obras de la artista Marta Fernández Calvo, analizadas en este estudio, y la selección de obras y prácticas referentes mencionadas. Este conjunto constituye una demostración de la importancia de la cooperación y la escucha activa en las dinámicas colectivas vinculadas a los procesos de cuidado. Estas prácticas no solo evidencian el valor emocional y simbólico de la cooperación, sino que fomentan la creación de redes de apoyo mutuo entre personas y territorios en situación de vulnerabilidad. La interconexión que se genera entre las personas participantes, sus comunidades y sus territorios muestra la capacidad transformadora de pequeños gestos o acciones, cuando son realizados de forma colectiva, y la importancia de articular soluciones a partir de una visión holística del mundo. La selección de obras, y de forma más literal, la obra de Edgar Calel, pone en cuestión temas cruciales como la propiedad y la devolución al territorio. Este enfoque, que concibe el territorio como un ente vivo que debe ser cuidado y respetado, invita a repensar las estructuras de dominación y apropiación, proponiendo alternativas, basadas en la reciprocidad y el respeto hacia los elementos no humanos del entorno.
En los proyectos Food Chorus y Yo echo para atrás las cosas malas, de Marta Fernández Calvo, esto se realiza mediante la creación de una variedad de formatos que la artista plantea como dispositivos artísticos de reparación y devolución en lo cotidiano en los que el alimento ocupa un lugar central. A través de talleres de cocina, archivos de ingredientes, ejercicios vocales, activaciones sonoras participativas, conversación, entrevista, editorialización, relato colectivo, esculturas-amuletos, instalaciones y mupis digitales, el alimento se hace visible, es sostenido y se desplaza en los cuerpos de la audiencia, se convierte en amuleto y habla. En ambos proyectos, se corrobora que cuando una mujer, dentro de un grupo de mujeres, narra su propia historia a partir del cuidado y la protección, reformula su identidad en un proceso de cuidado mutuo y confianza en el que es sostenida y acompañada por todas, dando lugar a un sentimiento de empoderamiento y pertenencia al grupo, y a un relato de protección que se teje de forma colectiva.
Para finalizar, se concluye que estos entornos y dinámicas de devolución, a las comunidades participantes en proyectos artísticos, sirven para reparar las relaciones entre cultura, territorio y sostenibilidad, y para elaborar respuestas ante los desafíos globales contemporáneos.
Fuentes de financiación
La pieza Food Chorus y las diferentes estancias de investigación necesarias para su realización han sido realizadas gracias al apoyo de Delfina Foundation (Londres), Acción Cultural Española, Victoria and Albert Museum, Centro Cultural de España en México, SOMA, Proyecto Público Prim, Ruta del Castor y Universidad de Castilla-La Mancha.
La pieza Yo echo para atrás las cosas malas ha sido realizada con el apoyo de Acción Cultural Española, SOMA, Proyecto Público Prim, Ruta del Castor y Universidad de Castilla-La Mancha.
Referencias
Calel, E. (2021). Ru k’ ox k’ob’el jun ojer etemab’el (El eco de un antiguo conocimiento) https://uvuvuv.com/es/artist/edgar-calel/.
Colectivo amasijo. (2024). , La milpa, la escuela. https://www.lamilpalaescuela.org/la-escuela.
Fernández Calvo, M. (2019). Food Chorus.
Fernández Calvo, M. (2021). Yo echo para atrás las cosas malas. https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=hFE7ShafA7s.
Fernández Calvo, M. (2021). Diario de voz. https://felipamanuela.org/portfolio-item/marta-fernandez2-2-2-2/.
Los Carpinteros. (2015). The Globe [instalación]. http://www.vam.ac.uk/content/videos/t/video-the-globe-by-los-carpinteros/.
Nemeth, I. (2011). Floating Gardens [instalación]. https://www.ilonanemeth.sk/floating-gardens-kassel-2011-2022/.
Perales, V. (2018). Ecología de un abrazo [obra performativa]. https://veronicaperales.eu/abrazo/.
Vargö, J. (2011). Levande Arkivet [obra participativa]. https://josefinvargo.com/filter/Exhibition/LEVANDE-ARKIVET-21_21-Design-Sight.
Pies de página
1 Chipko, que en hindi significa abrazar, es un destacado ejemplo de resistencia no violenta liderada por mujeres. Este movimiento nació en el estado de Uttar Pradesh (India), donde grupos de mujeres se abrazaban a los árboles para impedir la tala masiva realizada por las grandes empresas madereras. (Volver al texto)
2 El enfoque narrativo considera no solo los acontecimientos vividos por cada persona, grupo o comunidad, sino también el contexto, las creencias y la dignidad desde la cual estos son narrados. En este sentido, la metáfora narrativa se presenta como una invitación a comprender la identidad de una persona o de un grupo en toda su complejidad, reconociendo las múltiples historias que nos constituyen. (Volver al texto)
Marta Fernández Calvo
Marta Fernández Calvo (Logroño, 1978) es artista visual e investigadora con un interés especial en la relación entre las artes visuales y el alimento. Premio a las Artes Riojanas en 2019, su trabajo ha formado parte de exposiciones como No Soul for Sale, en la Sala de Turbinas de la Tate Modern (Londres), Utopia Station, en la 53 Bienal de Venecia, y Querer parecer noche, en el Ca2M (Madrid). En 2019 fue residente en Delfina Foundation (Londres) en el marco del programa Politics of Food. Ha colaborado recientemente con Artium (Vitoria), Fundación Botín (Santander) y Kunsthalle Exnergasse (Viena). Actualmente es artista residente en la modalidad de medioambiente en Matadero (Madrid).
EL ALIMENTO COMO ROTURA
Dispositivos artísticos para la reparación del vínculo con lo no humano
Marta Fernández Calvo
DOI: 10.30827/sobre.v11i.32320
Citar como: Fernández Calvo, Marta. 2025. “El alimento como rotura: Dispositivos artísticos para la reparación del vínculo con lo no humano”. SOBRE 11. https://doi.org/10.30827/sobre.v11i.32320
Cite as: Colectivo Mancebía Postigo. 2025. «Food as Rupture. Artistic Devices for the Reparation of the Relationship with the Non-Human”. SOBRE 11. https://doi.org/10.30827/sobre.v11i.32320